Flor en el asfalto

Continuación de "Triste"

Los colores azules de la noche dejan paso a un naranja amarillento, que forman un tono verde entre el medio, que bien parecía una bella flor que sale entre la maleza, aportando un rayito muy fino de esperanza, el fruto de entré las espinas. Poco a poco, el celestial lienzo fue volviéndose naranja mientras que el gran astro que nos ilumina.

Con mis propias manos hice alzarse una pequeña pero bella flor en el asfalto de la ciudad que no tardó en ser arrollada por un coche que con velocidad y carente de sentimientos se atrevió a destrozar despiadadamente a un ser tan débil cargado de belleza. Suspiré profundamente, aquí todos parecían ir a su rollo, nadie reparaba en nadie, y todos caminaban. En mí sentía que esto no es vida, este entorno tan carente de… "algo" que no sabía decir qué es exactamente.

Sabía que llevaba ya tiempo sin practicar un poco de magia, y sabía que podía verme oxidado, pero estaba claro que todavía conservaba algo en mi que seguía brillando con una luz muy especial. Debía olvidarme de la magia ya, no debía hacerla más, era más para mi una íntima promesa hecha a Ella en su lecho. No sabía muy bien qué me había impulsado ha hacerlo, ¿por qué una flor? ¿Por qué volver a crear cosas de la nada? Parecía un gran sinsentido, cosas vacías, carentes de alma… y eso no me gustaba.

Se me venían a la cabeza las palabras que pronuncié antes de mi último conjuro: "lo siento, brujita, pero si no puedo darte vida, deja que muera contigo", aportando un alma a su pequeña muñeca de porcelana que en cierta ocasión le regalé, un sencillo conjuro que cargaba de un áurea positiva aquello que se deseara. Después de eso, morí, o eso quería hacer creer, eso me hacía creer. Aquí, en plena ciudad, un efectivo método de autocontrol para evitar volver a mis orígenes y, como hoy, crear una pequeña flor en la calzada. Aunque eso no impedía que de vez en cuando hiciera una pequeña trastada.

Me reí conmigo mismo al recordar a aquel colega que en una ocasión me llamó "gran mago", no merecía ese título, tampoco pretendía hacer de mis hechizos una competición donde me venda al aplauso de un jurado, aunque no siempre fuera así. Ante todo, la magia es importante disfrutar de su ilimitado poder, la capacidad de crear grandes tormentas junto a acantilados, de hablar con el alma de la mar, transformarse en lobo, conjurar una pequeña muñeca de porcelana… 

Bien parecía ser hoy un día tan normal como el resto de los que llevaba en este infierno sin-magia, sin Ella, que lo llevaba con bastante filosofía, respirando hondo, y caminando siempre hacía adelante pues donde estaba se glorificaba el progreso, sin pensar que hay cosas que necesariamente hay que conservar, pero no me metía en asuntos humanos, era un mundo tan banal que era mucho mejor hacer oídos sordos, al fin y al cabo, ellos son los constructores de esta sociedad, no creía que necesitarán ayuda.

En mi paseo por la acera, de la ciudad, entre grandes rascacielos, preguntándome cómo de me ocurrió la insensatez de crear una flor en plena calzada, me sorprendí sonriendo tontamente mientras miraba al suelo. Algo había cambiado. El viento no soplaba igual. Tenía un presentimiento que me infunda a cierto temor. Corriendo subí a la azotea del edificio más cercano y miré al horizonte contemplando cómo una tormenta se había formando a lo lejos.

Seguía mirando aquel corriente fenómeno meteorológico como si de algo nuevo se tratase, algo no me acababa de cuadrar, no sería casualidad que creara la flor, algo en mi interior me avisaba de algo, y esta incertidumbre me mataba. ¿Sería Ella


La historia continua en Soul's Pieces de mi soñadora, en "Te sentí"

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