Ran#857
Aviso
Urgente: El contenido de esta entrada es totalmente aleatorio, como bien dice
su título. Para todos aquellos que han tenido una calculadora Casio y se hallan
dedicado a investigar las teclas, a ver qué salía, se acordarán de esa tecla
que cada vez que le dabas te salía un número nuevo entre cero y uno, ambos no
incluidos.
¡Buenas!
Y Feliz Cumpleaños, si es tu cumpleaños, si no, pues el día de tu cumpleaños
entras, te lees esto y, pues mira, te das por felicitado, y mira que bien. Pues
bien, hoy quería escribir sobre el malinterpretado mito de Platón: El mito de la caverna. Muchos aseguran
que se llama así, y que la traducción del griego antiguo al egipcio, del
egipcio al árabe, del árabe al chino mandarín, del chino mandarín a las lenguas
germánicas del norte de Europa, de las lenguas germánicas al euskara, del
euskara al latín, y del latín a sus
derivados es correcta. Pues yo creo todo lo contrario. No se llamaba el “mito
de la caverna”, sino el “mito de la taberna”. Así te pondré lo que creo que
quería decir Platón con su famoso mito:
Imagínate
una taberna, normal, como otra cualquiera, la de Moe, mismo. Ahora imagínate
unos clientes, ebrios, tan borrachos que no diferencian de la doxa, u opinión,
del episteme, o conocimiento. Aquí podrías preguntarme, ¿y estos clientes en
qué se diferencian de los filósofos reales? En nada en absoluto, son idénticos
a los filósofos, es más podrían ser filósofos si se lo propusieran, pero no es
el caso. Estos clientes, que les pondremos nombres tales como Carl, Lenny, Homer y Barney–nombres elegidos al azar, y no
sacados de ninguna serie de animación norteamericana–, se centran tan solo en
beber cerveza y más cerveza (de marca Duff, por ejemplo), la cual les tiene
prisioneros de ellos mismos, de sus propios pensamientos (si es que piensan).
Ahora
plantéate el caso de una liberación de sus cadenas, o sea, que uno de ellos,
por ejemplo Barney, dejara de tomar cerveza, y fuera sacado a la fuerza de la
taberna, ¿no crees que se revelaría contra el que le saque? Pues, a ver, lo
raro sería que no, después de llevarse toda una vida en la taberna de Moe,
viendo solo las sombras que el fuego proyectaba, o sea, que las luces del bar
proyectaban a través de las botellas de cerveza. ¿No crees que lo primero que
vería al salir de la taberna serían sombras borrosas y en continuo movimiento
de vaivén? Pero poco a poco irá distinguiendo lo que es la farola donde está
vomitando, los coches aparcados, la calle en general, pero siempre en continuo
movimiento.
Así
que para frenar este continuo movimiento suponte que le ofreces dos pastillas:
una roja y otra azul: La roja le llevará a un mundo nuevo, donde las cosas se
mueven suavemente y no en vaivén, el mundo fuera de Matrix, y la azul, que tras
tomársela aparecerá por la mañana en el mismo sitio donde estaba, con dolor de
cabeza y lo que viene a ser una resaca normal. Eso sí, nunca le digas que la
pastilla roja es LSD y la azul un simple somnífero.
Ahora
ponte en el caso de que se toma la pastilla roja, ¿no crees que de la emoción y
el éxtasis no querría volver a la taberna, y además sentirá compasión por
aquellos que están aun en la taberna? Pero en el caso de que Barney sintiera
esta compasión, y, cargado de pastillas azules y rojas, volviera de nuevo a la
taberna para ofrecerles las pastillas a sus antiguos compañeros, ¿no crees que
estos le tomarían por el loco que es e incluso querrían matarlo por introducir
nuevas ideas? Quizás no tanto como para matarlo, pero oye, cada cual que haga
lo que vea mejor.
Así
que hasta aquí lo que creo yo que dijo Platón de las tabernas, solo que
actualizado puesto que no había LSD en esa época, en pastillas, ni cerveza, ni
farolas… pero, oye, ¿te acuerdas en la anterior entrada que pregunté quién le
mandaba “besitos” a una farola? Pues
ya lo hemos encontrado: Barney.
Y
creo que al final Platón puso algo tipo: Matadme, odio ser un filósofo. Quién
sabe en realidad lo que querría decir.
Bueno,
te invito a comentar qué te ha parecido mi interpretación personal del “mito de
la caverna”, ahí, abajo, donde pone comentar, o algo así.
Así
pues, me despido de ti, lector. Hasta la próxima entrada.
Ciao!
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