La última vela
Sólo una vela sobrevive encendida sobre la tarta. Ilumina con su luz la blanca capa de nata, a la espera de un deseo de cumpleaños que cumplir. La cera se va derritiendo poco a poco a cada momento que pasa. Rodeado por la gente, mis amigos, mi familia. El tiempo se detiene mientras pienso. Solo es un deseo y normalmente no suelo creer en estas cosas, pero por otra parte, si tuviera la certeza de que pidiera lo que pidiera se fuese a cumplir, ¿qué desearía?
Hay ocasiones en las que percibo el tiempo de una manera especial, y en este instante sé que no está pasando, que podría levantarme de la silla, ir a la cocina, prepararme un café y volver que nadie hubiera notado nada. Quizás solo sea la sombra del deseo de la persona tímida que soy, que se siente el centro de atención, pero tengo la sensación de que en este instante estamos solos la última vela sobre la tarta y yo.
¿Qué pediría? Si es sólo un deseo podría ser cualquier tontería o algo sumamente importante. Si fueran tres deseos quizás me sería más fácil elegir, o desearía dos nimiedades y volvería a tener el mismo dilema. Por más que pienso me es más difícil discernir lo que verdaderamente quiero. Mi mente se debate entre una parte a la que exijo que piense algo y no hace absolutamente nada, y otra que me bombardea a ideas: ¿amor? ¿dinero? ¿salud? ¿que me gusten los regalos?
La vida me da un descanso para evaluarse a sí misma. Pienso en el dinero, un poco extra nunca viene mal, pero me parece bastante frío desear eso en un cumpleaños, para eso tengo más días a lo largo del año. Con respecto a la salud, bueno, salvo un resfriado por el invierno, estoy bastante bien. Hablando de amor, realmente me es imposible quejarme, imposible pedir más, porque lo tengo todo, todo lo que siempre he querido: amigos, familia y la tengo a ella.
Me vienen a la cabeza cosas que siempre he querido hacer, me encantaría aprender a hacer surf, saltar en paracaídas o pilotar una avioneta. Me gustaría tocar bien la guitarra y, ¿por qué no? algún que otro instrumento. Quiero viajar a todos aquellos lugares que siempre soñé visitar, ir a algún país lejos de aquí del que no haya oído hablar, o volver allá donde dejé un pedazo de mi ser. Quiero pasar una noche entera mirando las estrellas al lado de la persona que más quiero.
Sigo pensando, debatiéndome entre no desear nada y desearlo todo, mientras el tiempo sigue detenido. Mientras, el fuego de la vela hace su alegre movimiento muy lentamente. Tiene que haber algo que desee con más fuerza que todas las cosas que anteriormente he ido pensando, pero ¿qué será? ¿no perder nunca esa ambición por mejorar? ¿seguir siendo un soñador al que le gusta hacer castillos en el aire? Me llego incluso a plantear si mi mayor deseo es saber lo que realmente quiero desear.
Caigo en la cuenta que esto tan sólo son suposiciones, o sea, quizás no se merezca la importancia que le estoy dando. Nada de esto tiene por que ocurrir. Pero ¿y si ocurriera? ¿y si con tan sólo soplar esta última vela se cumple lo que quiera que pida? Intento quitarme esa idea de la cabeza, pero no puedo evitar ser un soñador. Cierro los ojos, concentrándome en la llamita que baila sobre la cera de la vela. Siento las miradas expectantes, la emoción del momento.
Y soplé la última vela.
Pedido mi deseo, el tiempo vuelve a la normalidad. El silencio se ahoga entre aplausos y la canción de cumpleaños feliz. Y yo, yo deseo hacerla feliz cada día de nuestras vidas.
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